La extradición es la entrega que un Estado hace a otro de una persona acusada o condenada por un delito común que se encuentra en su territorio. El fin de dicha entrega es que se someta a esa persona a juicio si es que está acusada, o bien que se ejecute la pena, en el caso de que ya hubiera sido condenada.
Así pues, la extradición tiene como fin conseguir el regreso del encausado o condenado a la jurisdicción de que huyó.
En España, la extradición se regula principalmente a partir de la Ley de Extradición Pasiva (Ley 4/1985), en la Ley de Enjuiciamiento Criminal y en los tratados internacionales aplicables.
Sí lo es. Merece la pena tratar el asunto en serio. La extradición reviste una gran complejidad jurídica. Aunque no se trata de un procedimiento estrictamente penal, lo largo del mismo se decidirán cuestiones tan vitales para la persona reclamada como su libertad o encarcelamiento, o su puesta a disposición de sistemas de justicia y penitenciarios a menudo más severos que el español. A ello hay que sumar la dificultad de que el proceso se desarrolle en un país y en un idioma que el reclamado puede no conocer.
En la práctica, la mayor parte de las solicitudes de extradición que se presentan son concedidas. Sólo se denegarán si somos capaces de demostrar que concurre alguna de las circunstancias que referimos en el punto 7. Por ese motivo, la capacidad y efectividad de los abogados que se encarguen de la representación del reclamado son factores clave para el éxito.
Así pues, es altamente recomendable recurrir a profesionales de acreditada solvencia y experiencia.
El procedimiento de extradición pasiva se pone en marcha cuando un Estado extranjero solicita a España que una determinada persona que se encuentra en territorio español le sea entregada.
En la práctica, un alto porcentaje de los casos de extradición tienen como origen una orden de detención internacional previamente cursada. A menudo los Estados que buscan a personas que han huido de su justicia tramitan órdenes de detención internacional a través de instituciones como INTERPOL. A partir de ese momento, esas personas pasan a estar buscadas en los distintos países miembros de la institución de que se trate.
Así, si un fugitivo de la justicia de otro país llega a España, y alguien comprueba su identidad, es fácil que sea detenido por la Policía española en virtud de esa orden de detención internacional. Tras realizar la detención, la Policía española informa al país que la pidió de que ha capturado al fugitivo. A partir de ese momento, el Estado que la cursó tendrá un plazo de cuarenta días para solicitar formalmente a España la entrega del detenido, adjuntando los documentos que justifiquen el motivo de la petición.
Si transcurridos esos cuarenta días el Estado solicitante no ha tramitado la petición, la persona será puesta en libertad. Si por el contrario el Estado solicita la extradición, el procedimiento sigue.
Para poner en marcha el complicado mecanismo de la extradición, se requiere que el caso tenga una cierta gravedad. Así pues:
En cualquier momento desde que la persona reclamada es detenida, el juez podrá decidir su puesta en libertad (con o sin fianza u otro tipo de medida cautelar como por ejemplo la obligación de comparecer periódicamente ante el juzgado), o bien podrá decidir que la persona permanezca en prisión. A menudo esto dependerá de la gravedad del caso.
Paralelamente a esto, el procedimiento de extradición se irá desarrollando en tres fases:
La duración del procedimiento de extradición en España depende de la complejidad del caso y de la cantidad de trabajo acumulado que tengan los órganos que en él intervienen.
No obstante, puede estimarse una duración de entre 5 y 9 meses desde el momento en que el fugitivo es detenido hasta que la resolución final es firme.
La Ley de Extradición Pasiva prevé una serie motivos para la denegación de la extradición. No se concede la extradición si se trata de perseguir los siguientes delitos:
Además, tampoco se concederá la extradición:
Así pues, el trabajo del abogado que defienda a la persona cuya extradición se reclame deberá centrarse en probar la concurrencia de alguna de estas causas.
Si distintos países solicitan la extradición. Ya sea por el mismo delito o por hechos diferentes, el Gobierno de España deberá decidir a qué país se la concede. Para ello, deberá tener en cuenta distintas circunstancias: si existen o no tratado de extradición con alguno de los países que la solicitan, la gravedad del delito, el lugar donde se cometió, quién solicitó la extradición antes, la nacionalidad de la persona reclamada y la posibilidad de extradiciones sucesivas.